Para que los pasos no me lloren,
canto.
Para tu rostro fronterizo del alma
que me ha nacido entre las manos:
canto.
Para decir que me has crecido clara
en los huesos amargos de la voz:
canto.
Para que nadie diga: tierra mía!,
con toda la decisión de la nostalgia:
canto.
Por lo que no debe morir, tu pueblo:
canto.
Me lanzo a caminar sobre mi voz para decirte:
tu, interrogación de frutas y mariposas silvestres,
no perderás el paso en los andamios de mi grito,
porque hay un maya alfarero en su corazón,
que bajo el mar, adentro de la estrella,
humeando en las raíces, palpitando mundo,
enreda tu nombre en mis palabras.
Canto tu nombre, alegre como un violín de surcos,
porque viene al encuentro de mi dolor humano.
Me busca del abrazo del mar hasta el abrazo del viento
para ordenarme que no tolere el crepúsculo en mi boca.
Me acompaña emocionado el sacrificio de ser hombre,
para que nunca baje al lugar donde nació la traición
del vil que ato su corazón a la tiniebla inegándote!
Otto Rene Castillo
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